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martes, 11 de diciembre de 2007

Soledad que caminas en silencio


Soledad de una madre que camina en silencio
Almería revive hoy la muerte, porque
intuimos en sus pupilas oscuros presentimientos, porque
incienso es el árbol que agita el viento.
La cera ilumina su semblante
y recuerda estremecida cómo alguien mandó juzgarle,
era hijo de su vida; era hijo de su sangre,
pero… culpable, el tribunal le declaró culpable,
de sembrar de paz y amor los caminos;
de ahogar las penas para convertirlas en glorias;
de hacer de su cuerpo pan y vino;
de tener un sendero plagado de historias;
de sudar con el que suda en la vida;
de tener un perdón que abruma las miradas;
de cantarnos la Semana Santa a golpe de saeta;
de ser dueño de la alborada.

Injusto Pilato,
fiscales necios,
¿Por qué hacéis llorar a una madre,
por qué esta Soledad del desprecio?

Hoy es Viernes Santo
miramos desde Santiago tu salida;
con lágrimas color diamante,
con quietud en su mirada transparente,
y el alma que nos trae recuerdos de antes,
la Soledad camina ciegamente.
La flor que se postra al perfumarte
contornea tu camino de martirio,
aquellos que negamos a tu hijo
te acompañamos hoy elevando un cirio.

Madre de la Soledad,
Soledad de espinos, del madero,
maderos de crueldad y de hombres,
hombres que somos hoy tus costaleros.

Viernes Santo de misterio,
ya se aleja el cortejo,
se pierden las miradas por la calle Mariana
las almas te siguen sin perderse,
la Virgen de la Soledad llora la muerte.
Las campanas de tu sentir
ya no tocan, ya se duermen.
Solo despierta el silencio
el cantaor que te espera conmovido,
en la calle, bajo los faroles,
perfumado por tu caso y bañado por el rocío.
La madrugada ha calado en nuestros rostros,
y vuelves a refugiarte en el templo
allí quisieras vernos todo el año,
aunque sabes, Señora, que a veces lo olvidamos.

Ya descansas en tu capilla,
esta noche, vuelves a dormir sola.

María de los Ángeles Martínez Salvador

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